domingo, 5 de agosto de 2012

Marilyn Monroe, 50 años sin su maravillosa presencia.

La madrugada del 5 de agosto de 1962, la actriz estadounidense Marilyn Monroe, fue hallada muerta en su casa de Hollywood.

Aunque el informe forense dictaminó que la actriz se había suicidado con una sobredosis de barbitúricos, el informe policial calificó la causa de la muerte como un “probable suicidio” por falta de pruebas,  y las causas de su muerte permanecen aún confusas.
 
Su belleza, su magnetismo como actriz y su agitada vida privada, marcada por los escándalos y por un trágico final, hicieron de la actriz estadounidense Marilyn Monroe uno de los grandes mitos cinematográficos del siglo XX. 
Su verdadero nombre era Norma Jean Morteson,  nació en Los Ángeles el 1 de Junio de 1926.
Su infancia fue muy desgraciada
 
Su porte seductor y su modo de ser aparentemente desenfadado, ocultaban en realidad una personalidad insegura y frágil, pero igualmente cautivaron al público de su tiempo y la convirtieron en uno de los grandes iconos de la cultura popular de los Estados Unidos y de medio mundo.  

A los 16 años de edad, se casó con James Dougherty, un militar que vivía próximo a su casa, con quien apenas estuvo casada dos años debido a los celos. Tiempo después contrajo nupcias con el guionista Robert Slatze, con quien estuvo casada tan sólo un fin de semana.
En 1954 se casó con el jugador de béisbol Joe DiMaggio,  estuvieron juntos 3 años, pero mantuvieron su amistad hasta la muerte de Marilyn. Su último marido fue el dramaturgo Arthur Miller en 1956, estuvieron juntos hasta 1960.

A continuación podréis leer algunos fragmentos extraídos de su autobiografía, y finalmente un par de vídeos de su última entrevista.

“Las personas que yo creía mis padres tenían hijos propios. No eran mezquinos, simplemente eran pobres. No tenían mucho que ofrecer a nadie, ni siquiera a sus hijos, y no quedaba nada para mí. Tenía siete años, pero me tocaba trabajar en la casa. Lavaba platos, fregaba suelos y hacía recados. Mi madre apareció al día siguiente. Era una mujer muy guapa que nunca sonreía. La había visto a menudo, pero no sabía exactamente quién era. Cuando le dije 'Hola, mamá', me miró. Nunca me había dado un beso, nunca me había sostenido en sus brazos y apenas me había hablado. Por aquel entonces no sabía nada de ella, pero años más tarde me enteré de bastantes cosas. Cuando ahora pienso en ella, el corazón me duele el doble de lo que me dolía cuando era una chiquilla. Me duele por las dos".

"No, no creo que me haya educado mal, en absoluto. Es más sencillo: ella no me educó. Pasé mi infancia en hogares ajenos y en orfanatos. Nadie me ha educado nun­ca. Nadie me ha querido. Nadie me ha dicho nunca lo que era la vida, lo que me iba a encontrar.
No lo sé, ninguna información en particular. No se trata de eso. Pero hay cosas que los niños deben saber."

"Descubrí qué era el sexo sin hacer ninguna pregunta. Casi tenía nueve años y vivía con una familia que alquilaba una habitación a un tipo llamado Kimmel. Era un hombre de aspecto serio: todos lo respetaban y lo llamaban señor Kimmel. Pasaba un día por delante de su cuarto cuando se abrió la puerta y me dijo con tranquilidad: —Pasa, Norma, por favor. Creía que iba a pedirme algún encargo. —¿Dónde quiere que vaya, señor Kimmel? —pregunté. —A ningún sitio —dijo cerrando la puerta; me sonrió y echó la llave—. Ahora no puedes salir —añadió como si estuviéramos jugando".

"Tengo muchos hábitos sociales malos. La gente siempre me está dando lecciones a este propósito. Invariablemente llego tarde a las citas, en ocasiones con un retraso de dos horas. He intentado cambiar mi manera de ser, pero lo que me hace llegar tarde es algo fuerte... y demasiado agradable. Cuando debo ir a cenar a alguna parte a las ocho, me quedo tendida en la bañera durante una hora o más. Llegan las ocho y todavía sigo en la bañera. Voy echando perfumes en el agua y dejando que se vacíe el agua y llenando de nuevo la bañera con agua limpia. Olvido que son las ocho y mi cita para cenar. Sigo pensando y sintiéndome muy lejos. A veces conozco la verdad de lo que estoy haciendo. No es Marilyn Monroe la que está en la bañera sino Norma Jeane. Estoy dándole gusto a Norma Jeane. Solía tener que bañarse en el agua que habían utilizado seis u ocho personas. Ahora puede bañarse en agua tan limpia y transparente como el cristal. Y parece que Norma no tenga nunca suficiente agua limpia que huele a verdadera colonia".



"Pero no todo era completamente negro... aún no. En realidad nunca lo es. Cuando eres joven y gozas de buena salud, el lunes puedes planear suicidarte y estar riendo de nuevo el miércoles. Después de unos cuantos días sintiéndome una desgraciada pensando que era un fracaso, algo venía nuevamente a mi corazón. No podía decirlo en voz alta, pero eran como voces que me estuvieran hablando: «Levántate, aún no has empezado, eres distinta, algo maravilloso te sucederá». Y en verdad sucedían cosas maravillosas en el fondo del mar... a pequeña escala".

"La virtud de una chica es mucho menos importante en Hollywood que su peinado. Se te juzga por tu aspecto, no por lo que eres. Hollywood es un lugar donde te pagan mil dólares por un beso y cincuenta centavos por tu alma. Lo sé porque rechacé la primera oferta bastante a menudo y cobré siempre los cincuenta centavos"

"No quiero que me comprendan. Quiero que me quieran". Pocos años antes Marilyn insertó el siguiente anuncio en un periódico: "Mujer sencilla, treinta años, bien en todos los sentidos y hasta ahora muy puesta a prueba sentimentalmente, ingresos medios de quinientos mil dólares anuales, busca señor, incluso calvo, honesto y sensible, para fundar un hogar prolífico. Escribir a Marylin Monroe, Sutton Place, New York". No recibió ni una sola contestación.



"Estoy intentando encontrarme a mí como persona, a veces eso no es fácil de hacer. Millones de personas viven toda su vida sin encontrarse."

"¿Qué tan bueno es ser Marilyn Monroe? Por qué no puedo simplemente ser una mujer normal? Una mujer que puede tener una familia... Me conformaría con un solo bebé. Mi propio bebé."

"Desde luego, cuando tenga una hija, le diré la verdad. La querré, pero también le contaré todo lo que a mí nunca me dijeron.
Algo sencillo y verdadero. Querida, sé feliz. Eso es lo que le diría. No le hablaría de Dios ni del pecado. No tengas miedo, cariño, porque yo te quiero, yo siempre te quiero, pase lo que pase, recuérdalo. Eso le diría.
Pero no sólo se lo diría: me esforzaría en lograr que ella lo sintiera, que ella se diera cuenta de que la quieren, ¿me comprende? Que supiera que la quiero, pero no por­que yo se lo diga ni tampoco porque ella lo piense, sino de la misma manera en que uno sabe si tiene hambre o si tiene sed, como una sensación corporal.
Los niños tienen que sentir cariño a su alrededor. De lo contrario, nunca podrán ser felices porque a quienes les ha faltado amor incondicional en la infancia les faltará siempre la capacidad para sentir el amor de los demás, para darse cuenta de que es real, con la misma realidad que posee un día de sol o como sentimos el viento en la cara."




Publicado por:  Ondine,  Chabela  y  Xiao Mei.

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