sábado, 7 de abril de 2012

Cherry Blossoms.

La temporada de los cerezos en flor, conocida en Japón como "sakura", ha llegado y rescatado el espíritu festivo de millones de japoneses, que estos días disfrutan de una de sus mayores tradiciones.
Según la Agencia nipona de Meteorología, el 6 de abril fue el día de  floración máxima en los cerezos de Tokio, una semana después de lo esperado debido al frío que azotó la capital el último mes, mientras que en el noreste del país se retrasará una semana más.
Son días en los que el habitual rigor da paso a una mayor espontaneidad y grupos de amigos, compañeros de trabajo y familias se reunen para celebrar multitudinarios Hanami (costumbre tradicional japonesa de observar, y disfrutar, de la belleza de las flores, asociada generalmente al periodo en el que florecen los cerezos).
Durante estos días los jardines de la capital regalan hermosos escenarios oníricos, en los que todo el mundo intenta conseguir un espacio para celebrar agradables picnis diurnos y nocturnos.

En las empresas, es habitual que tras la jornada laboral los empleados peregrinen hacia los espacios que han madrugado a reservar sus compañeros novatos (colocando una lona azul en los parques), cargados con aperitivos, cervezas, sake e incluso mantas para paliar el frío y disfrutar de un agradable Yozakura (hanami nocturno).
Además, en el periodo de poco más de una semana que duran estas celebraciones, los parques cuentan con puestos de comida ambulantes y se decoran con farolillos y focos, que alumbran los árboles para que en ningún momento se deje de admirar la evolución cromática de esta fiesta en honor a la belleza efímera.
La floración de estos árboles está entre los grandes atractivos turísticos de Japón, por ello sus tiendas, restaurantes y centros comerciales ofrecen durante esos días productos temáticos, y en su decoración predomina el rosa característico de las flores de cerezo.

Como muchas otras celebraciones, tanto en Japón como en cualquier otro país, la fiesta del Hanami se inició gracias a la creencia popular de que en el tronco de los cerezos habitaba una divinidad a la que había que rendir tributo. Siendo el arroz la base de la alimentación japonesa, al comenzar la siembra del cereal, a principios de abril, los japoneses realizaban antiguamente un ritual bajo los cerezos, en el cual agradecían a Dios por sus bondades y pedían la protección de sus cosechas frente a los desastres naturales.
Este animismo autóctono coincidió en el tiempo con la llegada a Japón de una costumbre nacida en la corte china que consistía en contemplar las flores con el fin de esparcir y cultivar el alma. Y fue así como creencia y entretenimiento se dieron la mano durante los primeros años de la era Heian (794-1185), cuando el emperador Saga decidió fundir la fiesta cortesana con la adoración pagana, y organizar un festín en el jardín de su palacio de Kyoto con ocasión del florecimiento de los cerezos.
Curiosamente en aquel festejo se brindó con sake, licor de arroz japonés, la misma bebida que ingerían los labradores para finalizar la ofrenda al dios que, según ellos, se escondía en el cerezo.
Nacida en los arrozales y sublimada en la corte, la fiesta del Hanami fue, durante siglos, un privilegio de la nobleza. Los emperadores japoneses solían rodearse de sus súbditos más allegados y sentados bajos los cerezos bebían, comían, conversaban y componían versos. La poesía fue, de hecho, uno de los elementos que engrandeció aún más la celebración, sobre todo los haiku, una composición poética de tres versos de 5,7 y 5 sílabas que siempre ha de incluir una referencia a la estación del año.
"Nuestros destinos
Siempre vivos
En el corazón del cerezo"
Este haiku pertenece a Matsuo Basho, una de las grandes figuras de la poesía japonesa de la era Edo (1603-1867), quien pudo observar cómo la práctica del Hanami se extendía a todos los estratos de la sociedad.
Desde luego cuando uno tiene la oportunidad de prestar atención a la tierna belleza que nos regalan estos árboles, recuerda fácilmente que no existe mayor fuente de inspiración para esparcir y cultivar el alma que la naturaleza.

Publicado por: Ondine

2 comentarios:

  1. ¡Me encantan los cerezos!
    Apunto además que algunos samurais adoptaron la flor del cerezo como emblema, debido a que su esperanza de vida era casi tan corta como la de la estas flores.

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  2. ¡A mi me encantas tú!. Gracias por esa aportación, muchos saludos para Laura y abrazo enorme para las dos.

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