Dentro de tres días se cumplirán 30 años del intento de recuperación de las Islas Malvinas, un acto que no fue el resultado de la reflexión y necesidad del pueblo argentino de rebelarse contra el colonialismo, del que hasta hoy es víctima, sino la decisión inmoral de una élite militar, autoritaria y cruel, encabezada por Leopoldo Fortunato Galtieri, quien decidió exponer al pueblo que había torturado y silenciado, a una guerra en la que pereció toda una generación de jóvenes.
Por aquellos hombres que perdieron la vida (en una guerra que más bien trabó toda opción diplomática y dio excusa a Gran Bretaña para cerrarse en banda y defender su orgullo imperial) y por aquellos que volvieron irremediablemente marcados, resuelvo que hemos de tener la cabeza bien alta y pensar seriamente en lo que queremos que suceda con nuestras vidas, no quedarnos en silencio y volvernos cómplices de las situaciones que pasan a nuestro alrededor y nos resultan difíciles de tragar; por que el 2 de abril de 1982 nos dejó una dolorosa lección: los enemigos que nos venden como una mercancía cualquiera pueden estar entre nosotros, y esos son los primeros a los que hay que vencer.
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